martes, 22 de mayo de 2012

Rincones secretos: Mitología en el País Vasco y Navarra


Pierre de Lancre



En el Tableau afirma que él mismo fue testigo de la presencia del demonio y sus fieles amantes las brujas. Recoge en la obra que, en una ocasión, cuando se encontraba en Saint Pé, en el castillo del señor D’Amou, también obseso perseguidor de las brujas y uno de los culpables de la ola de terror en la zona, el demonio entró en la residencia del noble acompañado de la bruja Sansinena, y estuvieron a punto de invadir el aposento del piadoso juez, aunque no lo consiguieron, sin duda debido a la profunda fe del magistrado.

Lo que más sorprende de su trabajo en Labourd es el profundo acoso al que sometió no sólo a las mujeres —su misoginia rozaba casi la patología—, sino también a los hombres. Y, aunque parezca extraño, también a los sacerdotes de la región. De Lancre acabó con la vida de varios de ellos y condenó a otros cinco que se libraron por los pelos cuando finalizó el plazo dado a la comisión, gracias a la intervención del obispo de Bayone, Bertrand D’Echaux, quien comprendió a tiempo lo absurdo del proceso. Gracias a ello, la sentencia de muerte que había dispuesto Lancre no se cumplió. Pero no todos corrieron la misma suerte. El magistrado quemó a tres sacerdotes, acusados de haber oficiado misa al diablo. Lancre recoge en su Tableau, en el discurso segundo del Libro Segundo, dedicado a estos «malvados hombres de fe», el caso de un sacerdote de Azcain, un viejo loco llamado Arguibel. Éste confesó haber dado culto al diablo y haber asistido al Sabbat, realizando en él toda clase de depravaciones. Aunque también afirmó que ya no quería saber nada sobre las fuerzas del mal, pues el diablo sólo le ofrecía dolor y tormento. De Lancre consiguió que Arguibel firmara tres declaraciones, que corroboró ante la presencia del vicario del obispado de Bayonne. De esta forma, el juez de Burdeos aseguraba la veracidad de sus relatos justificando su feroz caza de brujas particular. Nunca tuvo en cuenta si los testigos poseían algún tipo de enfermedad mental, si eran coaccionados por la tortura o simplemente se trataba de niños con imaginación desbordante. El propio Lancre llegó a confesar no haber descubierto nunca con sus ojos pruebas palpables de lo testificado, si bien eso no le impidió acabar con multitud de vidas. El viejo Arguibel, por supuesto, fue quemado en la hoguera, aún confesando y arrepintiéndose de sus «crímenes».

La ola de fanatismo y terror que despertó la depravación de Lancre en el Labourt provocó no pocos incidentes y una revuelta de los lugareños. Al parecer, unos 5.000 pescadores que regresaban de Terranova clamaron a gritos justicia al enterarse de que muchos de sus familiares habían muerto abrasados en la hoguera. La multitud encolerizada intentó parar los pies al juez y a sus seguidores, llegando éstos a temer incluso por sus vidas. Los únicos perdedores, sin embargo, fueron los inocentes habitantes del País Vasco francés. De Lancre, con la conciencia bien tranquila, regresó a Burdeos, donde fue recompensado por sus servicios y nombrado consejero de Estado en París, donde falleció en 1622. Aunque paradójico, el juez que había odiado tan profundamente a los vascos y sus costumbres, traduciendo de forma patética su lengua, que desconocía y que provocó no pocas incongruencias en los juicios, descansó bajo una lápida que contenía una inscripción en vascuence. Ironías del destino  

La Brujería vasca en el Siglo XVI Parte III



Sorginkeria, traducido, significa “Actividad de Sorginak” o “El Oficio de las Sorginak”, mientras que a su vez, Sorginak significa “hacedora de cosas asombrosas”, aunque también hay traducciones que indican “hacedora de nacimientos”.

El culto a la Brujería, en Europa, estuvo muy presente en numerosos países del continente. Desde Irlanda hasta España, pasando por Francia, Inglaterra, Escocia, Gales, Cornualles, Alemania, etc...
A lo largo, concretamente, de la península Ibérica, existen numerosos linajes de Brujería que han pervivido dentro del folclore popular, como siempre sucede con estas cosas, camuflado entre el mito, el folclore y la leyenda.

La Iglesia persiguió estas prácticas utilizando las peores medidas represivas que Europa había conocido en aquella época.

¿Qué era realmente la Brujería? Desde la perspectiva de la actual Brujería Tradicional, la Brujería ha sido y es una manifestación, a menudo rural, de supervivencia de los viejos cultos de la Europa pre-cristiana, en mitad del advenimiento del Cristianismo. Aquellas gentes que en países como Irlanda, Escocia, Inglaterra y Gales se reunían, en secreto, en los páramos para danzar y cantar viejas canciones en honor a los viejos Dioses de sus respectivas naciones, a menudo en fechas que la antigua sociedad pagana, observó como sagradas, coincidiendo muchas veces con el calendario agrícola.

La Iglesia les acusó de adorar a una entidad con dos astas de venado a quien sincretizaron con Satanás, más cuando la antropología ya ha explicado en numerosas ocasiones que se trataba de un antiguo Dios, común en muchos lugares de Europa, a menudo adorado como símbolo de la fertilidad, la fecundidad, el éxtasis y el profundo arquetido salvaje de lo animal y de la misma naturaleza.

A su vez, la Bruja era la que caminaba entre los mundos; La Seidkhona de los Escandinavos, la mujer-chamán. Dentro de su repertorio, la Bruja, quien era a menudo una campesina más, poseía grandes dotes sobre el conocimiento, uso y aplicación de las hierbas.

Además pervivía en su memoria viejas costumbres, sortilegios como a menudo eran llamados, muchas veces heredados de su madre, a la vez de su abuela, bisabuela... Se podían remontar, este peculiar traspaso, hasta épocas anteriores al advenimiento del Cristo Blanco, o del Mono, como fue llamado en Euskal Herria por boca de los propios paganos.

La Bruja, conocía también viejas leyendas descendientes de épocas remotas, usadas para explicar en el lenguaje de la poesía, las viejas usanzas de los Dioses de su patria. Así pues, la Bruja era conocedora de que en determinados momentos, así como en determinados lugares, era propicio saludar a los Viejos Espíritus del pueblo, quienes eran los Grandes Dioses del pasado y quienes la enseñarían e instruirían en los antiguos misterios.

A menudo la Bruja untaba su cuerpo con una mezcla específica de hierbas que, absorbida por los propios poros de la piel, ofrecía resultados similares a los del Chamán Siberiano o Amerindio; así acudía frecuentemente “al Sabbath” o Akelarre (como fue llamado entre nuestras gentes) en donde rendía culto a la Dama Blanca y al Señor Astado, entre cuyas astas, ardía el fuego eterno de la sabiduría.

La Sorginkeria, o Brujería Vasca, no fue otra cosa que la supervivencia medieval y en las zonas más rurales de nuestra geografía, de la antigua religión, sus Dioses y parte del saber popular.
Hombres y mujeres, e incluso niños, acudían al Akelarre según nos explican las investigaciones supervivientes.

Una mezcla de razones políticas con fanatismo, indujo a la Inquisición a detener a más de 3.000 Vascos en territorio español y francés. De esos 3.000 todos fueron interrogados y torturados y cientos de ellos asesinados.

La Sorginak, como sus homólogas en otros lugares de Europa, eran caminantes "entre los mundos", mujeres chamanas que afrontaban un cambio de forma animal, conocedoras de las hierbas, de los viejos ritos de fertilidad que honraban a los viejos Dioses, de la magia y de la sabiduría que transmitían los espíritus que vivían en lo "profundo y oscuro de la cueva". Un lugar, similar a la la Colina o al Shide en otras culturas, que delimitaba el mundo de los hombres y el de los espíritus, muertos y Dioses.

AKELARRE











Satanás, en forma de macho cabrio, aparece sentado en un trono dorado, con cinco cuernos, uno de los cuales esta encendido y sirve para encender todos los fuegos de la reunión.
A su derecha está la reina del aquelarre vestida elegantemente, con una corona y el pelo suelto, sentada así mismo en un trono. Lleva en la mano un puñado de culebras. A la izquierda de Satanás, en otro trono, esta una monja que también lleva en la mano su puñado de culebras, mientras que varios sapos adornan su trono.

Ante el trono del demonio, una bruja y un diablo de poca categoría presentan a un niño seducido.
(Angulo inferior derecho de la lámina) Alrededor de una mesa rectangular cinco diablos y cinco brujas se dignen a celebrar un banquete compuesto de carroñas, carnes de ahorcado, corazones de niños sin bautizar y animales inmundos.
Algunos brujos y brujas de poca categoría, que no se atreven a participar en las grandes ceremonias, permanecen aislados.
“Après la pance vient la danse”: las brujas y los demonios, ahítos de carne, bailan alrededor de una árbol, de modo grosero e indecente. Los demonios miran hacia afuera y las brujas hacia adentro del corro, cogidos de la mano.
(Angulo superior izquierdo) Cinco brujas, agrupadas bajo un árbol, tiñen diferentes instrumentos: gaita, doble flauta, violín, lira y laúd.
Debajo de estas bailan seis mas, completamente desnudas y mirando hacia fuera.
Tres viejas brujas, maestras, se disponen a fabricar filtros y veneno. Una de elles aviva una hoguera, en la que arden huesos y calaveras, con un gran fuelle. Las otras dos descuartizan a un sapo con una hoz: la del medio lleva en las manos unas culebras, que va a despellejar, para echarlas luego a una grana caldera, donde se preparan los venenos.

Durante este tiempo algunas brujas llegan a la asamblea sobre palos y escobas generalmente. Pero las hay que van montadas sobre un macho cabrio (acompañadas de dos niños que han seducido y que van a ofrecer a Satanás) o sobre un dragón. Vuelan, además, por el aire sierpes y monstruos.

La gente rica y poderosa que asiste a la junta y que dispone que es lo que ha de hacerse en ella, queda en un grupo aparte: “Les fammes avec des manques pour se tenir toujours à couvert et incognue”

Al lado de un charco, alejados de las grandes ceremonias, los niños guardan rebaños de sapos, armados de palos.